sábado, 18 de julio de 2009

Cuento

No sé porqué me es tan difícil escribir esta historia, un suceso que no tuvo mucha importancia, o quizá la tuvo tanto que es imposible decirlo sólo en dos cuartillas.
El hecho comenzó hace algunos meses, cuando un grupo de personas intentó sacar adelante un proyecto que prometía mucho, no sólo porque se celebraba en una fecha importante, sino porque los organizadores en verdad tenían deseos de pasar a la Historia.
Pero cometieron un error, y fue haber aceptado que más personas se involucraran: no era egoísmo, solo se trataba de reconocer que no existían buenas relaciones, ni siquiera lazos amistosos que los unieran, más bien se notaba en el ambiente el desprecio, la envidia, el coraje. Pero aún con todo se comenzó a trabajar de nuevo, los recién llegados introdujeron cambios, tanto en hábitos como en planes ya establecidos.
Primero corrieron sutilmente al tesorero y quisieron acusarlo de robo. Pero el punto álgido de todo fue cuando uno de los ‘nuevos’ le grito a una mujer hasta el punto de casi hacerla llorar, bueno eso fue lo que dijeron. Y por si eso fuera poco, su amigo, el cabecilla de esa organización no abrió la boca para apoyarla, y no se trataba sólo de defender a una amiga, no, sino de defender un ideal que se había ido forjando hasta entonces, era defender a los que le habían tendido la mano desde un principio; pero eso no sucedió.
Hubo una fractura, muchos desertaron, y los pocos que quedaban trabajaron por su cuenta, sin ningún reconocimiento por parte de los que quedaban.
Finalmente las reuniones que habían organizado para desbaratar poco a poco a un grupo de personas trabajadoras daba resultado, ahora no había quien se interpusiera en su locura de llevar a un periodista a la inauguración, o de disfrazarse para atraer la atención de más personas. Cosas que por supuesto no sucedieron. Ellos sólo habrían la boca para apantallar pues eso eran y lo serían siempre: pura pantalla, pura lengua pero nada de cerebro.
Desafortunadamente cosas como estas suceden todos los días, en Turquía o en nuestro país, se desarrollan en parques o en universidades, y tienen como protagonistas a personas tan poco habilitadas en el arte de la tolerancia y la convivencia, que todo termina siendo un desastre, un ridículo que se debe enfrentar hasta que otro más tonto llega y les quita el título.
Son cosas que no se pueden evitar, pero que mientras la absurda idea de que el voto lo resuelve (y ojo que esto sólo aplica en casos particulares, como los polarizados), no se podrá evitar que los poco capaces aunque más en mayoría, hagan de las suyas.
Y como se podrá notar no es necesario recurrir a grandes imágenes, ni siquiera a metáforas, sólo basta con omitir algunos nombres y la realidad se puede vislumbrar. Sólo hace falta aguzar un poco los sentidos para darnos cuenta que esto sucede a nuestro alrededor, entre nuestros conocidos.
Y hora queda algo por averiguar: ¿quien había aceptado la ponencia que hizo rabiar de coraje a uno de los altos mandos de la institución? Porque digo, existió un criterio de selección que por lo visto no era nada bueno…

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